¿Cómo nos afecta el cambio de hora?
A vueltas con el reloj y con el cambio horario surgen muchas des-informaciones fruto del potaje informativo del que somos víctimas a diario, incluso para un tema tan exento de variables como el hecho de si seguimos realizando un cambio de hora semestral o no. Este cambio ya lleva 80 años llevándose a cabo en muchos países y, aunque está claro que fue pensado más para el rédito industrial más que para el beneficio de las personas a nivel individual, tampoco queda claro si es más beneficioso permanecer todo el año con el mismo horario… Me explico: Lo realmente adecuado, basado en toda la historia de nuestra evolución, sería que nuestros biorritmos se acoplasen lo más posible a los ciclos de luz que, como todos sabemos, son cambiantes durante las estaciones del año. Por lo tanto, levantarnos todo el año a una hora fija, regulada por un reloj (que también es un invento relativamente reciente) tampoco es conveniente porque pasaríamos de levantarnos casi dos horas antes del amanecer en invierno a una hora después del mismo en verano. Como tampoco son convenientes los abusos de pantalla que actualmente ingerimos tras la puesta de sol… El hecho es que, esté el sol donde esté, nuestra producción de melatonina esté al máximo o no y nuestro cerebro pidiéndonos la venia para bajar las persianas, somos animales de costumbres, lo cual implica que si soy de acostarme a las 23:30, la tendencia será a hacerlo la mayoría de las veces a esa hora, independientemente de mis necesidades reales.
Por otro lado, está bastante demostrado que los cambios bruscos de horario trastocan los ritmos que regulan nuestros ciclos, sobre todo en niños y ancianos, y esto concluye en empeorar la triste pandemia de falta de sueño que la civilización moderna sufre, pero no existe ningún consenso evidente sobre que dichos cambios sean perjudicadles para la salud… de hecho, parte de la comunidad científica aduce que, aunque bruscos, la adaptación a los mismos no tarda más de una semana en producirse y que peor sería la alternativa sin cambio de hora.
Volver a permitir que los designios solares, sin reloj mediante, sean los que rijan nuestras vidas parece no ser una alternativa pues que conlleva graves problemas de coordinación en nuestro mundo, globalizado pero cada uno con su ocaso y su amanecer particular, así que el debate sigue en pié. De mantenerse un sólo horario, los cronobiólogos recomiendan que sea el de invierno, que es el que más se ajusta a los ciclos de luz normalizados.
A mí, particularmente, se me ocurre que siendo la luz cambiante por naturaleza y que es bueno que sigamos su curso… -y el del reloj, por razones imperativas a nuestra sociedad actual- que el cambio de hora se pudiera realizar de manera paulatina. Es decir, creo que contamos actualmente con la tecnología suficiente como para poder coordinar internacionalmente (aquellos países que lo realicen) un cambio de hora que se produzca durante 6 días, a razón de 10 minutos cada día. La adaptación así sería sumamente más llevadera e indolora. Trastocaría mucho menos nuestros biorritmos y evitaríamos la aburrida polémica sobre su conveniencia o no en los noticiarios dos veces al año